martes, 14 de mayo de 2013



               LA COSIATA

La Cosiata (cosa sin importancia) o revolución de los morrocoyes, fue un movimiento que estalló en Valencia el 30 de abril de 1826, acaudillado por José Antonio Páez. Originalmente no tuvo la intención de separar a Venezuela de la Gran Colombia, sino de exigir la reforma de la Constitución de Cúcuta y anunciar su rompimiento con las autoridades de Bogotá, aunque manteniéndose bajo la protección del Libertador.
Carlos Soublette afima en 1826: «El nombre de colombiano es la cosa más destituida de significación, porque nos hemos quedado tan venezolanos, granadinos y quiteños como lo éramos antes, y quizás con mayores enconos». Lo cual comprueba -afirma Vallenilla Lanz- que la Colombia de Bolívar no fue jamás una nación, sino un Estado Militar».

El Libertador, en efecto, veía esta unión como una necesidad militar. En carta a O'Leary, fechada en Guayaquil, el 13 de setiembre de 1829, dícele Bolívar; «Los hombres y las cosas gritan por la separación, porque la desazón de cada uno compone la inquietud general. Ultimamente la España misma ha dejado de amenazarnos; lo que ha confirmado más y más que la reunión no es ya necesaria, no habiendo tenido esta otro fin que la de concentracion de fuerzas contra la metrópoli».
La Constitución de Cúcuta causó malestar entre los venezolanos, y fue jurada en Caracas bajo protesta por la Municipalidad. Santander en la Vicepresidencia de la República, y la escogencia de Bogotá como capital, fueron también puntos de discordia. En Venezuela, pues, se veía con disgusto una unión con los granadinos que en nada la favorecía.
¿Cómo se originó La Cosiata? Ante el temor de una supuesta Santa Alianza, mediante la cual se estaría formando en Europa un poderoso ejército para reconquistar a América, Santander decreta el 31 de agosto de 1824 un alistamiento general de todos los ciudadanos, de dieciséis hasta cincuenta años, con las excepciones del caso.
Fue una orden terminante, reiterada, y quizás por la misma repugnacia que causaba a Páez su cumplimiento, el Jefe llanero demoró su ejecución casi todo el año siguiente.
A finales de diciembre de 1825 decide Páez hacer cumplir el decreto sobre alistamiento. Convoca a los hombres desde dieciséis hasta cincuenta años al templo de San Francisco, en Caracas. La cita es para el 6 de enero de 1826, Día de Reyes. Sólo acuden unos 800 vecinos.
Al hacer una segunda y tercera convocatoria con el mismo resultado, Páez ordena a los batallones Anzoátegui y Apure que hagan una total y verdadera recluta entre todos los ciudadanos que encuentren.


Tanto deseaba el Libertador que la Constitución de Bolivia fuera asimilada por los colombianos, que me atrevo a asegurar que esta revolución de Venezuela convenía a esas intenciones de Bolívar, pues pidiendo los venezolanos reforma constitucional, como en efecto la pedían, se allanaba el camino.
Entiéndaseme bien: Bolívar consideraba su código bolivariano superior al esfuerzo de libertar su territorio; en él perfeccionaba su Constitución de Angostura. Como no se podían hacer reformas a la de Cúcuta hasta 1831, y ante la onda expansiva del estallido valenciano, ¿no ofrecía La Cosiata una admirable oportunidad para adelantar la fecha del próximo Congreso Constituyente?
En política todo es cuestión de saber aprovechar el momento, la circunstancia. Es por esto que al llegar a Venezuela, al dar el decreto sobre paz y olvido de lo pasado, lo primero que promete Bolívar es la convocatoria de la Convención.

Este fue el movimiento de La Cosiata. Una reacción de Páez y del pueblo frente a una injusticia de Bogotá. Una reacción contra la Constitución de Cúcuta, con la misma fuerza con que la adversaba el Libertador.

No fue La Cosiata un movimiento para separarse de la Gran Colombia, sino para ignorar las órdenes de Santander. No para derrocar a Bolívar. Este lo entiende así; por eso, cuando llega a Venezuela indulta a todos los comprometidos en La Cosiata, por decreto del 1 de enero de 1827, ratifica a Páez en el cargo de Jefe Superior Civil y Militar de Venezuela, y le da más poder. Si Bolívar lo entendió así, ¿podemos ser nosotros más papistas que el Papa?



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