Bolívar
parte a España el 19 de Enero de 1.794; va a cumplir 17 años. La
despedida en la Guaira es muy emotiva. Su tío Esteban había sido
nombrado residente algo así como Vice Ministro de Hacienda de España.
También es amigo del Marqués de Ustariz. La casa del Marqués de Ustariz
es centro de reuniones culturales. Posee una enorme biblioteca que
entusiasma al joven Bolívar. Le apasiona leer libros filosóficos. El
propio Simón Rodríguez no echaría en falta ninguno de los volúmenes que
él admiraba. En la casa de Ustariz no sólo aprende a pensar y a
expresarse con profundidad, también conoce a una noble dama que le roba
el corazón, se llamaba María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza. Tiene
un enamoramiento tan repentino como ardiente. Simón quería casarse con
ella enseguida. El papá de ella se opone por razones de edad ¡los dos
son demasiados jóvenes! Tuvo que esperar dos años. Se veían con
frecuencia porque Bolívar habla encontrado en ella la ternura y el
cariño que le faltaron desde la muerte de su madre. María Teresa
Rodríguez del Toro, además era muy bella, muy dulce y muy sentimental.
La boda de Simón Bolívar y maría Teresa del Toro se celebraba en Madrid
el 24 de Mayo de 1.802. Ella tiene 20 años, el tiene 19, los novios
exhibieron como testigo del acto y primer declarante, a un enpingorotado
“Sr. Don Luis Quijada Quiñones y Moreno, Marqués del inicio Conde de
Revolledo. Bolívar no tuvo a su lado ningún pariente inmediato, pues de
sus dos tíos Esteban y Pedro ninguno estuvo presente en su matrimonio.
Llenos de amor y ilusiones la juvenil pareja regresa a Caracas. Los
parientes reciben con fiestas. La luminosidad y colorido del trópico
deslumbran a María Teresa. Visitan también la hacienda San Mateo. Allí
precisamente contrae una enfermedad tropical. El 22 de Enero, casi a los
ocho meses de casada, muere entre asombro y consternación de la
familia. La prematura viudez fue un suceso decisivo en la vida de
Bolívar, el mismo comprendió así:
- Miren ustedes lo que son las cosas; si no hubiera enviudado quizá mi
vida hubiera sido otra; no sería el General Bolívar, ni el Libertador,
aunque convengo en que mi genio no era para ser Alcalde de San Mateo
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